“El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él. Alégrense tu padre y tu madre, y regocíjese la que te dio a luz” Proverbios 23:24-25

En la primera parte de este artículo, vimos que las conductas de nuestros hijos, sean estas negativas o positivas, fueron aprendidas en el hogar, aunque algunos padres no pensaban que fuera así.

Vimos también que muchos padres educan desde su propio aprendizaje, es decir como lo aprendieron en su hogar de origen. Otros educan con culpa, y otros educan desde sus áreas enfermizas no resueltas. Observamos que estos distintos tipos de educación provocan que se cometan errores en la manera de educar a los hijos.

Se plantearon dos errores, el primero, pensar que la educación no es importante para que los hijos sean adultos de bien, y el segundo, que los padres no se ponen de acuerdo en la manera de educar a sus hijos.

En esta segunda parte, veremos otro error común en el que incurren los padres con respecto a la educación de sus hijos.

La sobreprotección. Las causas de ser padres sobreprotectores pueden ser muchas, incluido: la culpa, las experiencias traumáticas no resueltas, los temores, los problemas de autoestima, entre muchas otras. Estas causas provocan el deseo de proteger y cuidar de una manera exagerada, pero esto desvitaliza a los hijos haciéndolos pensar que no tienen la fuerza para enfrentar la vida si no se les ayuda. Se vuelven temerosos a la vida y dependientes en gran manera.

En el fondo, los padres sobreprotectores creen que sus hijos no pueden enfrentar la vida sin su ayuda, y que como los aman tanto, deben protegerlos siempre.

Lo que sucede en realidad es que se establece una relación simbiótica. Los temores y necesidades de los padres, son suplidos por la dependencia e inseguridad que los hijos desarrollan por ellos. Ambos se retroalimentan, por lo que cuesta que ambos sanen y vivan vidas seguras, libres y exitosas.

Este tipo de educación también produce otros desórdenes, sobre todo cuando es uno de los padres el que sobreprotege, porque entra en conflicto con el otro cónyuge. Inclusive, los hijos forman una especie de “maridaje” donde los hijos llenan los vacíos de la madre o padre sobreprotector y forman así un hogar muy disfuncional.

A la pregunta ¿puede Dios sanar este hogar?, la respuesta es , nuestro Dios sana tanto a los padres sobreprotectores como a los hijos desvitalizados e inseguros. Lea Lucas 4:17-20.

Padre, o madre, permite la sanidad de Jesucristo en tu vida y en la de tus hijos.

Aunque la raza humana necesita proteger a su descendencia, y por esto ha sobrevivido; en muchos casos se ha convertido en una obsesión. Aún cuando los hijos, por lo general, nacen con lo necesario para enfrentar el mundo, el cuidado excesivo de sus padres les impide que desarrollen su potencial y habilidades para enfrentar la vida.

Los padres sobre protectores “le roban” a sus hijos, en cierta forma, vivir una vida libre, donde aprenden de sus errores y éxitos.

Padre o madre no sobreproteja a sus hijos. Si usted desea sanar, lo primero que debe hacer es entender que su deseo de protección no está basado en el amor a su hijo, sino en sus propios temores, vacíos, o problemas que no ha resuelto, posiblemente sea necesario perdonar, perdonarse así mismo, buscar de dónde vienen sus temores y llevarlos a Cristo. Como dice en Eclesiastés 3:15, lo que fue, ya es, es decir que ya pasó, pero Dios restaura todo lo que pasó, por lo cual, entregue a Él lo que pasó para que sea restaurado y reciba sanidad. Dios lleva tus temores, porque el gran amor de Dios, quita el temor.

Querido padre o madre si usted es sobreprotector, sea libre y libere a sus hijos, ellos, con el poder de Dios, pueden tener vidas plenas.

Que Dios te ayude en todo lo que emprendas hoy.

Dr. Miguel e Irene Garita
Ministerio Cuidado Familiar
Iglesia Del Nazareno, Región Mesoamérica

Descarga este documento aquí:Cómo Formar un Carácter Exitoso en los Hijos (Segunda parte)