2 Pasos Para Hacerle la Guerra a la Preocupación

Durante muchos años en el liderazgo de la iglesia, he aprendido que no hay herramientas más poderosas a mi disposición que la oración y la Palabra.

Usted puede ser un líder naturalmente dotado, pero con el tiempo, eso se queda corto, se seca o golpea una cubierta. Una profunda dependencia de Dios es su fuente definitiva para un liderazgo saludable, logrado y duradero.

DECLARE LA GUERRA A LA PREOCUPACIÓN
Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas. Mateo 6:33-34

La preocupación es una pérdida de tiempo, y lo sabemos, pero seguimos preocupándonos por cosas. Nos preocupamos por nuestros hijos, por los problemas en el trabajo, por cuestiones de dinero, de salud y por quién será el candidato electo. Nos preocupamos por cosas grandes y pequeñas, pero sobre todo por cosas que nunca suceden.

El hecho de estar folicularmente afectado (me estoy quedando calvo) y de haber crecido en el sur de California significa que he recibido más sol del que me correspondía. He tenido cáncer de piel en la parte superior de la cabeza dos veces. Las dos veces el médico utilizó una técnica quirúrgica llamada Mohs y me declaró libre de cáncer. Sin embargo, la primera vez que tuve cáncer de piel, me preocupaba lo que pudiera pasar si volvía a aparecer. La segunda vez, me preocupaba tenerlo por tercera vez.

¿Ve el patrón? Preocuparse por esto no es más que perder el tiempo. Un remedio mejor es usar protector solar, ponerse un sombrero y seguir con la vida.

El verdadero problema de la preocupación es que consume energía productiva y le deja con poco que mostrar por su tiempo, excepto una incapacidad para concentrarse, falta de confianza y agotamiento emocional.

«¿Y si…?» es el grito de guerra de un líder que se preocupa.

  • ¿Y si los ingresos no vuelven a subir?
  • ¿Y si no conseguimos la licencia de ocupación para la gran inauguración?
  • ¿Y si mi liderazgo no es aceptado?

Aunque algunos planes de contingencia son buenos para la estrategia, no son un remedio para la preocupación. Consideremos las palabras de Jesús en Lucas 12:25: “¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?”. La respuesta es ¡ninguno de nosotros! La preocupación nunca añade valor a su situación ni hace nada para fortalecer a su alma. De hecho, si no le hacemos la guerra a la preocupación, el enemigo tiene espacio para avanzar sigilosamente y tomar el territorio del alma.

La preocupación erosiona su confianza en Dios.
Es difícil desarrollar la fe cuando usted se preocupa porque son conceptos contradictorios. La preocupación se centra en algo indeseable que podría suceder, mientras que la fe se centra en el potencial de un resultado positivo basado en la provisión de Dios.

Dios no está obligado a «actuar» por nosotros, pero ha demostrado ser digno de nuestra confianza y fe. De hecho, no ha habido ningún momento en el que Dios se haya equivocado.

La preocupación diluye su capacidad de servir y entregarse a los demás.

La preocupación, como una enfermedad, encoge su mundo. Cuanto mayor es la enfermedad, más pequeño es su mundo. Cuando usted está realmente enfermo, su atención se centra únicamente en usted mismo. No es que sea egoísta; ¡simplemente está consumido! Puede que su corazón y su mente sigan deseando dar de sí a los demás, pero una preocupación importante puede disminuir considerablemente su capacidad de dar.

La preocupación le quita energía física, emocional y mental.
La preocupación es como dejar la linterna permanentemente encendida. La batería que fue diseñada para durar mucho tiempo con un uso normal se agota por completo en un par de días. La luz se atenúa lentamente y luego se apaga.

Del mismo modo, la preocupación agota su batería personal en muy poco tiempo. Cuando usted hace funcionar su motor humano de manera saludable, la energía que Dios le ha dado cubrirá todas sus necesidades.

Hacerle la guerra a la preocupación requiere verdad y acción.

Dos Pasos:
1. Confiese que lo que le preocupa no ha sucedido y reconozca que cada minuto que pasa pensando en ello es una pérdida.

2.  Actúe sobre lo que puede cambiar. Lo que no puede cambiar no es un problema. Es un hecho de la vida que exige que se adapte, no que altere la realidad.

Haga todo lo posible por sustituir sus pensamientos preocupados por estas verdades:

Dios no se ha olvidado de usted; Él siempre está con usted.
Por la promesa de las Escrituras y la experiencia de la vida, usted sabe que Dios está con usted, aunque no siempre lo parezca. Medite en esa verdad.

No se le ha dado más de lo que puede manejar.
Dios promete darle fuerzas, y cuando sus problemas parecen abrumadores, el Espíritu Santo le consuela.

No está solo; siempre hay personas que se preocupan por usted.

La presencia de Dios toma forma humana a través de los amigos y la familia. No pase por alto esta importante bendición. Apóyese en ese amor y en sus cuidados.
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Reflexión: ¿Qué le preocupa hoy por lo que pueda confiar en Dios?

2022 Dan Reiland | El Entrenador del Pastor – Desarrollando Líderes de la Iglesia

Traducido por: Elizabeth Guevara Cabrera