Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad.
Proverbios 3:1-2

Muchos padres luchan por cambiar los malos hábitos, costumbres o actitudes de sus hijos, y llegan a castigarles, e inclusive a maltratarlos para lograrlo. Sin embargo, aunque es bueno educar a los hijos (sin llegar a maltratarlos) para que tengan buenas actitudes y costumbres, esto no garantiza que el hijo o hija asuma con éxito la vida, ya que estas son conductas que podríamos llamar, de segundo orden, porque en realidad, las del primer orden es cuando transformamos su corazón.

«Transformar el corazón es enseñarle a la mente y a lo profundo del ser, para así ayudar a nuestros hijos a formar sus creencias más profundas, las que dirigirán e impulsarán su forma de vida. Esto implica una transformación en la mente, las actitudes y los sentimientos.

En la mente, es donde se guarda, procesa, e impulsan todas las acciones de la vida. También donde se crean y permanecen las creencias, las que luego generan las actitudes, estas son formas de reaccionar hacia la vida, hacia las demás personas y hacia Dios, y juntas son las impulsoras de nuestras acciones, ya sean buenas o no. Allí se crean las actitudes que nos guían hacia el éxito o al fracaso, a la felicidad o la tristeza, a lo bueno o lo malo.

Es por esto que debemos desarrollar en nuestros hijos una mente lista para estar receptiva para aprender, analizar y procesar la información adecuadamente, para que esto les ayude a discernir lo bueno de lo malo; especialmente en este tiempo en que los hijos están siendo “bombardeados” por todo tipo de ideas, entre ellas ideas autodestructivas.

Para poder transformar el corazón de nuestros hijos, primero, debemos amarlos de manera intencional, porque muchos padres aman a sus hijos, pero están más interesados en su propio mundo, y los hijos quedan en un segundo lugar.

Debemos amarlos con el deseo de hacerlos felices, eso les dará seguridad, confianza, paz y alegría, les permitirá saber que son valiosos y desarrollarán creencias sanas, con pensamientos y sentimientos buenos para sí mismos.

Segundo, debemos hablarle al corazón, no solo a la mente, dígales de lo que sentimos por Dios, lo que hace y ha hecho en nosotros, de cuánto le amamos, de como le necesitamos en nuestros momentos de dificultad y como él nos ayuda.

Tercero, enséñeles que Dios es real, que él camina con nosotros, que nos oye y que está atento a nuestras necesidades. Que aprendan a conocerlo desde pequeños.

Enséñeles a tener fe y seguridad de un Dios real, y enséñeles que Jesucristo vino a reconciliarnos con Dios, para que seamos sus hijos.

Esto es transformar el corazón de los hijos, y esto les ayudará en su adultez para no apartarse del Señor y tener una vida llena de fe en Jesús.

Queridos padre y madre, es tiempo de que busques transformar el corazón de tus hijos en lugar de regañarles tanto para que se comporte bien, pues un corazón transformado buscará de Dios, aprenderá a amarlo, le obedecerá y hará lo mejor para Él.

Que Dios te ayude en todo lo que emprendas hoy.

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Doctor Miguel e Irene Garita
Ministerio Cuidado Familiar
Iglesia del Nazareno
Región Mesoamérica