Las 10 razones principales por las que los líderes dejan de liderar: Y cómo volver a ponerse en marcha

Por Dan Reiland

Sólo porque usted ocupe un puesto de liderazgo no significa que usted esté liderando. Es un pensamiento aleccionador. Todos los que tenemos la responsabilidad de liderar debemos ser honestos con la pregunta: «¿Estoy realmente liderando?».

Es tan fácil estar ocupado, trabajar duro, incluso sentirse agotado, y no estar realmente liderando. De hecho, en muchos casos un líder trabaja tan duro y está tan ocupado que no se da cuenta de que no está liderando.

Aquí tiene 12 pruebas rápidas para saber si usted está liderando:
(No hace cada una de ellas todos los días, pero todas forman parte de su vida de líder).

Si usted está liderando…

  • Está al frente.
  • Sabe adónde va.
  • La gente le sigue.
  • Usted está trayendo el cambio.
  • Experimenta resistencia.
  • Toma decisiones.
  • Comete errores.
  • Progresa.
  • Asume riesgos.
  • No cae bien a todo el mundo.
  • Siempre necesita más recursos.
  • No tiene miedo de medir los resultados.

¿Cuántas de las anteriores marcó usted indicando «sí, ese soy yo»? ¿Y si no puede marcar «sí, ese soy yo» en demasiadas de ellas? ¿Qué hace si un líder de su equipo no se ajusta a este perfil?

La verdad es que no todos los líderes se levantan cada día y siguen liderando. Llevo décadas observando esto. A veces, y sorprendentemente a menudo, un líder deja de liderar. No suele ser algo abrupto y rara vez una decisión consciente, sino que poco a poco su motor de liderazgo se pone al ralentí.

Siguen trabajando duro, siguen ocupados y quizás pastorean bien a la gente. Pero no hay movimiento hacia adelante.

Las diez razones principales por las que los líderes dejan de liderar:
1) El impacto acumulativo de las quejas y las críticas.
Es más fácil retirarse que seguir recibiendo los golpes.

2) Años de trabajo que se traducen en un cansancio anímico.
Todos nos cansamos, pero cuando se instala en la médula, es difícil seguir adelante.

3) Intentar hacer demasiado y hacerlo solo.

4) Miedo al fracaso.
Jugar sobre seguro puede hacer que parezca que el fracaso es evitable.

5) Perder la fe en su vocación y en el plan de Dios.
Cuando un líder no tiene claro el llamado, la presencia y el plan de Dios, es casi imposible liderar.

6) Ya no crece personalmente.
Ninguno de nosotros puede liderar más allá de lo que ha recorrido personalmente.

7) Luchas personales.
Todos enfrentamos dificultades de vez en cuando, pero las luchas personales continuas como el matrimonio, la familia o la salud pueden hacer que un líder deje de liderar.

8) Falta de voluntad para cambiar.
Es imposible liderar el camino y avanzar hacia un futuro preferible sin liderar el cambio.

9) Falta de una visión clara y convincente.
Es difícil avanzar cuando no se conoce la dirección o no se ha dejado clara.

10) La razón número uno por la que los líderes dejan de liderar es el desánimo.

El desánimo es el resultado acumulativo de cualquier número de las nueve razones sumadas. Nunca he visto a un líder experimentar todas las razones de esta lista, de hecho, sólo dos o tres pueden ser ingredientes suficientes en el momento adecuado para dejar de liderar.
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Ser consciente de las razones de esta lista es el primer paso para vencerlas antes de que ellas le venzan a usted.

La buena noticia es que cualquier líder puede empezar a liderar de nuevo.

Cómo volver a ponerse en marcha
1) Cuide su alma.
Puede que necesite descanso o un consejo sabio, y sin duda una oración constante. Un chequeo del alma para la restauración espiritual y emocional es esencial. Puede ser tan sencillo como pasar un día a solas con Dios para volver a encarrilarte. Puede requerir la sabiduría y el aliento de un amigo. Sin embargo, puede requerir una inversión más profunda y prolongada para que su corazón vuelva a estar donde debe estar. No dude en hacer la inversión.

2) Recupere su vocación.
No tome ninguna decisión sobre la llamada de Dios en su vida hasta que haya restaurado su espíritu y haya obtenido una perspectiva saludable de su pensamiento. Reflexione sobre el llamado de Dios. ¿Qué le dijo Él? ¿Ha cambiado? ¿Crees que hay algo más que Él le está llamando a hacer? Es muy probable que Dios no haya cambiado de opinión, y que todavía tenga un ministerio significativo para usted. Buscar Su voluntad en el asunto de su liderazgo es esencial. ¿Qué quiere Dios? ¿Qué quiere usted?

3) Sepa quién está con usted.
Es normal y natural querer y necesitar varias personas cercanas en las que usted pueda confiar y con las que pueda asociarse en el ministerio. Si su iglesia es pequeña, comience con una persona, pero ore y busque quién es el siguiente. No es necesario que el grupo sea grande y, de hecho, si lo es, es probable que esté reuniendo amigos y compañeros en lugar de líderes.

4) Póngase al frente con una sola cosa.
Para liderar no hace falta ser un mago innovador lleno de ideas revolucionarias. Pero sí necesita estar al frente de la manada en al menos un esfuerzo orientado al progreso en su iglesia. Puede ser el lanzamiento de un nuevo ministerio. Podría ser una revisión completa de un ministerio existente. Podría ser cultivar una cultura de personal más saludable. Podría ser una nueva idea en su servicio de adoración. etc. El punto es, ¿qué está liderando? ¿Qué está haciendo avanzar? ¿Cuál es la prioridad centrada en la visión, que, si no fuera por usted, no se llevaría a cabo?

5) Aspire a pequeñas victorias para empezar.
Con demasiada frecuencia, los líderes no consideran que sus esfuerzos merezcan la pena a menos que se trate de una empresa grandiosa y magnífica. La mayoría de los avances reales y sólidos se consiguen paso a paso. Aspire a una pequeña victoria y consiga muchas en su haber. El efecto acumulativo de pequeñas victorias es mucho mejor que un solo esfuerzo hercúleo. Cuando se lo juega todo con un intento gigantesco sin un impulso sólido detrás, no es una forma inteligente de empezar a liderar de nuevo.

Si usted ha dejado de liderar, o conoce a alguien que lo ha hecho, ruego que este artículo le sea útil.

Copyright © 2023 Dan Reiland

Traducido por: Elizabeth Guevara Cabrera