Guía de un cristiano para manejar la controversia

Por Brett Clemmer Presidente y director general
Blog del Hombre en el Espejo

En una cultura que se nutre de la controversia, estamos ansiosos por argumentar nuestros puntos. ¿Pero con qué objetivo? ¿Y a qué costo? Pablo da un enfoque contracultural al conflicto que nos ayuda a pelear las batallas correctas de la manera correcta con la definición correcta de la victoria.

Recientemente, estaba escuchando un podcast de un líder cristiano que estaba entrevistando a un profesor de psicología social llamado Jonathan Haidt. El propio Haidt es un judío ateo, no un cristiano, pero algo que compartió sobre su perspectiva de los cambios provocados por los medios de comunicación social realmente me impactó.

Cuando tenemos un desacuerdo, sugirió Haidt, tenemos dos opciones. Podemos discutir nuestro desacuerdo cara a cara, tal vez tomando un café, y tratar de entender los puntos de vista del otro. O podemos concertar una cita en el Coliseo romano e invitar a una horda de desconocidos a que vengan a vernos pelear.

Esto, en esencia, son los medios sociales. Con demasiada frecuencia, la gente trata de resolver las discusiones de una manera que conlleva el potencial de un baño de sangre público. Y de hecho, eso es lo que quieren todos los que lo presencian.

Los cristianos no son inmunes a este cambio. Por ejemplo, he visto a cristianos en las redes sociales publicar comentarios vitriólicos en las publicaciones de otras personas sobre las más finas minucias teológicas, puntos que los teólogos más brillantes han estado debatiendo durante siglos. De repente, alguien se ha dado cuenta del significado teológico de alguna palabra griega y decide argumentar su caso con insultos y condescendencia, a pesar de que nunca ha estudiado griego y sólo abre su Biblia de vez en cuando.

Cuando nos enzarzamos en estas batallas públicas, se oscurece el mensaje del evangelio. Y cuando se trata de construir relaciones y discipular a otros, es un golpe mortal.

¿Qué está en riesgo?

Por supuesto, no existían Facebook o Twitter cuando Pablo escribió esta carta a Timoteo, pero los principios relativos al manejo de las controversias son relevantes hoy en día.

En 2 Timoteo 2:23-26, Pablo escribe:

Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas.Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.

Si Pablo escribiera a la iglesia de hoy: «Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas» ¿qué podría abarcar todo eso?

Piense en las controversias que le han preocupado esta semana, por ejemplo. ¿Han sido una distracción de sus prioridades más importantes o le han alejado a usted o a otros del evangelio? Creo que Pablo clasificaría cualquier cosa que obstaculice la causa del evangelio como una controversia tonta e ignorante.

¿Por qué es tan tentador comprometerse entonces? La realidad es que, además del enfoque del conflicto en el Coliseo, Internet también ha contribuido a la actitud generalizada de que podemos ser expertos en todo, desde la virología hasta la macroeconomía, pasando por el cambio climático o la salud mental.

Si no somos cuidadosos, podemos aplicar principios bíblicos fuera de contexto a cuestiones no esenciales para justificar nuestras posiciones personales a toda costa, a menudo de una manera que socava nuestro testimonio.

El mismo Jesús se encontró con esto con los líderes religiosos de Su tiempo por el tema no esencial de los impuestos. Observe cómo lo adulan al principio, y luego tratan de tenderle una trampa:

Entonces los fariseos fueron y tramaron cómo enredarlo en sus palabras. Y enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, diciendo: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con verdad, y que no te importa la opinión de nadie, pues no te dejas llevar por las apariencias. Dinos, pues, lo que piensas. ¿Es lícito pagar impuestos al César, o no?».
Pero Jesús, consciente de su malicia, les dijo: «¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme la moneda del impuesto». Y le trajeron un denario. Y Jesús les dijo: «¿De quién es este denario y su inscripción?» Ellos dijeron: «Del César». Entonces les dijo: «Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». (Mateo 22:15-21)

Los fariseos se dirigieron a Jesús sobre los impuestos con el objetivo de socavar su ministerio. O decía que no a los impuestos y se convertía en un insurrecto contra el gobierno, o decía que sí y se convertía en un colaborador de los que perseguían a los judíos.

En cambio, Jesús rechaza su premisa. En lugar de entrar en la controversia y elegir una de sus opciones, cambia el enfoque hacia una verdad más profunda, centrada en la devoción a Dios.

Hay otras dos cosas que hay que notar en este pasaje: en primer lugar, cuando sacan un denario con una imagen del César, están introduciendo literalmente una imagen esculpida en los atrios del templo. Los fariseos deberían haberse escandalizado por esto, aunque puede que fuera un herodiano el que trajera la moneda. De cualquier manera, muestra su hipocresía.

En segundo lugar, los fariseos y los herodianos a menudo se oponían entre sí. Los fariseos veían a los romanos como ocupantes y anhelaban la pureza religiosa. Los herodianos se apoyaban en los romanos para su propio poder. Una señal de una controversia insensata es cuando personas que fundamentalmente están en desacuerdo se unen para argumentar. Ten cuidado cuando veas a los enemigos actuando de repente como aliados.

No nos dejemos atrapar por argumentos insensatos que socavan el ministerio de Jesús. El deseo de caer en la trampa por tener razón o por demostrar nuestro punto de vista es peligroso. Ya sea que se trate de una exhibición pública de autosuficiencia («yo soy bueno y tú eres malo») o de una autojustificación («yo tengo razón y tú eres estúpido»), es un cáncer que divide al pueblo de Dios y a nuestro testimonio.

Un enfoque contracultural de la controversia

¿Conoce a alguien que sea contencioso, y que a menudo aproveche cuestiones o diferencias insignificantes para enredar a otros en una disputa? O tal vez, ¿qué pasa con usted? ¿Está ansioso por discutir?

Cuando pensamos en las plataformas actuales como Twitter, Facebook y Reddit, podemos reconocer fácilmente que la cultura adopta esta cualidad.

Pero en lugar de morder el anzuelo y participar en controversias insensatas, Pablo da a Timoteo instrucciones muy diferentes:

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, (2 Timoteo 2:24-25a)

Cuando nos enfrentamos a un conflicto, Pablo quiere que seamos amables, preparados, pacientes, gentiles y que estemos dispuestos a soportar el mal. Esta no es la norma adoptada por la cultura moderna. No le dará como resultado una victoria en el Coliseo.

Pero le destacará en un mundo negativo, discutidor y narcisista como un faro de bondad, una luz en la oscuridad.

La sabiduría de Salomón

El consejo de Pablo a Timoteo me recuerda algunos de los proverbios individuales que Salomón enumera para sus hijos en Proverbios 15.

Al leer el sabio consejo de Salomón sobre cómo sus hijos deben relacionarse con los demás en caso de conflicto, piense también en el contexto de la paternidad espiritual, al guiar a los que van detrás de usted en sus viajes espirituales.

*La respuesta suave aleja la ira, pero la palabra dura despierta el enojo. (v. 1)
*La lengua de los sabios elogia la sabiduría, pero la boca de los necios derrama   necedad. (v. 2)
*Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando lo malo y lo bueno. (v. 3)
*La lengua dulce es árbol de vida, pero la perversidad en ella quebranta el espíritu. (v. 4)

Tener una respuesta suave, elogiar el conocimiento, reconocer que Dios está al mando y tener una lengua amable se mencionan en los primeros cuatro versículos, y se hacen eco de la carta de Pablo.

Más adelante, los proverbios continúan el mismo tema:
*Los labios de los sabios difunden el conocimiento; no así los corazones de los necios. (v. 7)
*Al burlón no le gusta que le reprendan; no acude a los sabios. (v. 12)
*El corazón del entendido busca el conocimiento, pero la boca de los necios se alimenta de la necedad. (v. 14)
*El hombre de mal genio suscita la contienda, pero el que es lento para la ira apacigua la contienda. (v. 18)
*La respuesta oportuna es una alegría para el hombre, y la palabra a tiempo, ¡qué buena es! (v. 23)
*El corazón del justo reflexiona sobre cómo responder, pero la boca del impío derrama cosas malas. (v. 28)

Los proverbios también nos recuerdan que cuando nos preocupamos más por nuestro testimonio de Cristo que por tener razón, es más probable que Dios pueda y quiera utilizar estas conversaciones para cambiar nuestros propios corazones:

*El oído que escucha la reprensión vivificante habitará entre los sabios. (v. 31)
*El que ignora la instrucción se desprecia a sí mismo, pero el que escucha la reprensión adquiere inteligencia. (v. 32)
*El temor del Señor es la instrucción de la sabiduría, y la humildad es anterior a la honra. (v. 33)

En todas nuestras interacciones, tanto con los cristianos como con los que no lo son, debemos evitar las controversias y las discusiones tontas y, en cambio, acercarnos a los demás con humildad. Ellos y usted cosecharán el beneficio.

LA GRAN IDEA: La humildad viene antes que el honor.

La meta (y lo que nos hace perderla)

Después de que Pablo le dice a Timoteo lo que debe evitar y lo que debe perseguir, le recuerda entonces por qué es importante:

Quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él. (2 Timoteo 2:25b-26)

Dicho de otra manera: «Su objetivo no es ganar una discusión; su objetivo es llevar a alguien a Dios».

Y aquí es donde creo que nos metemos en problemas como cristianos. Empezamos a pensar que nuestro trabajo no es sólo llevar a la gente a Dios, sino convencer a la gente de su pecado. De repente, con esta misión (auto)justiciera en mente, nuestros argumentos se convierten en instrumentos para llevar a la gente al arrepentimiento.

Pero si miramos las palabras de Pablo a Timoteo, vemos una progresión muy diferente en el trabajo: Dios les concede el arrepentimiento, que lleva al conocimiento de la verdad, que lleva a la gente a entrar en razón, que les lleva a escapar de la trampa del diablo.

No concedemos a la gente el arrepentimiento mediante nuestras excelentes habilidades oratorias o mediante nuestros argumentos herméticos en línea; esto es un don de Dios. Él concede a las personas el arrepentimiento. Así es como los hombres pueden escapar del camino del diablo.

No le estoy pidiendo que rebaje su teología o que ignore el error que contamina el evangelio. No le estoy pidiendo que evite todo conflicto para mantener la paz.

Estoy sugiriendo que al comprometernos a interactuar con humildad y amabilidad, nos apartaremos del camino del Espíritu Santo, para que todos podamos avanzar hacia las metas de una relación más profunda, el arrepentimiento y la fe.

Copyright © 1986-2022 El hombre en el espejo.

Traducido por: Elizabeth Guevara Cabrera.